De Valencia a Washington

La devastadora catástrofe natural que acaba de azotar a nuestro país deja al descubierto una realidad desgarradora: el sistema político español ha quedado en evidencia, y de la peor manera posible. Las imágenes de calles anegadas, de personas atrapadas y de vidas arrasadas por el agua nos muestran el precio real de la inoperancia y la descoordinación política. No estamos hablando solo de un desastre natural, sino también de un fracaso institucional que ha multiplicado las consecuencias de la tragedia. Centenares de fallecidos, miles de desaparecidos, cifras de por si aterradoras, pero que sin duda aumentarán mucho en los próximos días.

Lo que más me indigna es la respuesta, o más bien la falta de respuesta, tanto por parte del gobierno autonómico como del nacional. Dos días para solicitar el despliegue del ejército, cuando ya se sabía que el número de víctimas sería alarmante. Tres días después de la tragedia, todavía había zonas donde la ayuda no había llegado. La situación se ha visto agravada por la impotencia de los militares y de las fuerzas de seguridad que no fueron movilizados a tiempo. Incluso se rechazó ayuda internacional: Francia aseguró que España declinó un primer envío urgente de 200 bomberos. Y lo mismo ocurrió con el ofrecimiento de Cataluña de mandar bomberos, al cual la Generalitat Valenciana no respondió hasta tres días después del desastre.

Es desgarrador pensar cuántas vidas se podrían haber salvado si la respuesta hubiera sido otra. Si hubieran existido alertas más tempranas, si se hubiera organizado una evacuación efectiva para quienes estaban en riesgo, si se hubieran desplegado los recursos adecuados en el momento adecuado. Pero no, nos encontramos ante un sistema que responde tarde y mal, donde la falta de coordinación y de preparación parece ser la norma. Y en medio de esta desolación, quienes sufrimos las consecuencias somos nosotros, la ciudadanía, mostrando un paisaje que tardará muchísimo tiempo en recuperarse.

La crueldad de la casta política se hace evidente cuando se observa cómo han preferido mirar por sus intereses partidistas antes de tomar acción directa en la tragedia. El PP autonómico, incapaz de admitir que la situación superaba su capacidad de gestión (algo incluso entendible, dado el nivel de la catástrofe), decidió no solicitar la intervención del gobierno central a tiempo. Mientras tanto, el PSOE en el gobierno nacional no quiso tomar el control de la situación por la fuerza, a pesar de que era claramente necesario, por miedo a un posible coste político. Y mejor no hablar de la oposición nacional (PP y VOX), que aprovechó para promover mensajes tóxicos y anticientíficos, añadiendo confusión y dividiendo aún más a la sociedad en un momento en que la unidad era fundamental.

Esto me lleva a pensar en la importancia de reflexionar como sociedad acerca de un nuevo sistema de gobierno, no solo en España, sino también en otros lugares del mundo donde también se juegan decisiones cruciales. A solo 48 horas de las elecciones en Estados Unidos, la carrera entre Trump y Kamala Harris está más reñida que nunca. Las encuestas hablan de empate técnico, y no puedo evitar pensar en lo que significaría un segundo mandato de Trump para el mundo. Es cierto que el sistema político estadounidense, y el partido demócrata en particular, está lejos de ser perfecto. De hecho suspendería gran parte de las medidas económicas que han promovido estos años.

Pero al mismo tiempo, me invade el miedo. No solo miedo por lo que pueda pasar en Estados Unidos, sino miedo por las consecuencias a nivel global. Estamos en un momento especialmente tenso, con demasiados puntos calientes en el mapa y con un equilibrio frágil que podría romperse con facilidad. Un segundo gobierno de Trump podría ser la chispa que prenda esos fuegos latentes. La irresponsabilidad, las mentiras, el egocentrismo y el afán de venganza de Trump son rasgos demasiado peligrosos como para permitirnos el lujo de que esté al frente del país más poderoso del mundo. Sí, necesitamos un cambio, pero también necesitamos estabilidad, y ahora mismo hay algo más importante que el cambio: evitar que nuestro futuro esté en manos de un pirómano social, alguien que ya ha demostrado ser incapaz de gobernar con responsabilidad.

Las elecciones en Estados Unidos no son solo una cuestión interna. Sus consecuencias se sentirán en todo el mundo. Y lo mismo ocurre con nuestra inoperancia política aquí en España. Necesitamos sistemas que nos protejan, que articulen acciones con eficacia, que cuenten mucho más con la participación civil, necesitamos liderazgos que estén a la altura, y necesitamos aprender de estas tragedias para que no se repitan. No podemos seguir fallando como sociedad ni permitir que quienes tienen el poder sigan fallándonos sin consecuencias. El futuro depende de nuestra capacidad de exigir más, de organizarnos mejor y de no permitir que la historia se repita una y otra vez con distintos nombres y distintos escenarios, pero siempre con los mismos errores.