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La atención como valor de mercado
No es ningún secreto que el activo más preciado que muchos consideramos poseer es nuestro tiempo. Siempre escuchamos frases como: “El tiempo es oro” o “No malgastes tu tiempo porque no podrás recuperarlo”. Sin embargo, me atrevo a plantear que hay algo incluso más relevante, más determinante y, sin duda, más disputado que el tiempo: nuestra atención. Es, si me permitís la comparación, la “moneda” que decide quién o qué recibe nuestra energía, y con ello, condiciona nuestra percepción de la realidad.
Vivimos en un contexto donde las redes sociales, los medios de comunicación tradicionales, los servicios de streaming y una infinidad de plataformas compiten encarnizadamente por captar cada segundo de tu foco mental. A veces, la gente cree que está eligiendo en qué emplear su tiempo; sin embargo, es la calidad de tu atención la que de verdad marca la diferencia. Puedes invertir horas enteras en algo —una serie, un vídeo, un artículo, un libro—, pero si tu atención está dispersa, a ratos enganchada al móvil, a ratos pensando en la lista de la compra, a ratos pendiente de las notificaciones que llegan, entonces tu tiempo (ese que consideramos tan sagrado) se diluye en ráfagas de distracciones sin profundidad.
La atención como recurso finito
¿Por qué es tan importante subrayar la atención como una nueva “utility”? Porque, al igual que el agua, la electricidad o el gas, es un recurso que no es ilimitado. Si a lo largo del día dedicamos nuestra atención a demasiadas cosas de forma superficial, el resultado es que nunca estaremos prestando una atención de calidad a nada. Y, a la larga, eso tiene consecuencias tanto en nuestra vida personal como profesional, e incluso en la salud mental.
En la vida personal, cuando no damos suficiente atención a nuestras relaciones, corremos el riesgo de convertirlas en algo superficial, sin sustancia.
En la vida pública, al consumir noticias de forma apresurada, saltando de titular en titular, podemos ser presa fácil de la desinformación y de la manipulación.
En las redes sociales, la tensión por captar la mirada del usuario es constante. Se utilizan notificaciones, algoritmos adictivos e incluso diseño de interfaces pensado para mantenernos enganchados.
Esa dinámica a menudo no busca nuestro bien, sino nuestro click, nuestro like, nuestro RT (o cómo sea que se llama ahora), nuestra reacción; en definitiva, nuestra atención. Y muchas veces pasa desapercibido lo profunda que puede llegar a ser esta influencia.

La competencia por la atención
Probablemente no estoy descubriendo la pólvora y te habrás fijado en que casi cualquier gran compañía de tecnología de las que triunfan hoy se basa en monopolizar tu atención. Ocurre con las aplicaciones de mensajería, las redes sociales, las plataformas de vídeo y hasta con ciertos medios de comunicación que derivan sus ingresos publicitarios del tiempo que pases mirando su página. Ese modelo de negocio, del cual todos somos partícipes (aunque sea sin darnos cuenta), ha ido creciendo hasta convertirse en un ecosistema en el que triunfa el contenido más llamativo, más fácil de consumir, que dispara un torrente de reacciones en cadena.
Este fenómeno ha transformado por completo nuestras pautas de comportamiento. Antes (aunque ya suena al pleistoceno) podíamos leer un periódico un domingo por la mañana sin sentir esa prisa por saltar a la siguiente publicación. Ahora, pasamos por titulares, hilos y vídeos cortos con una voracidad casi frenética. Por supuesto, no se trata de demonizar la inmediatez o los cambios tecnológicos; la inmediatez a veces es útil y necesaria. Pero sí me gusta cuestionar: ¿este ritmo nos deja realmente concentrarnos? ¿O estamos dejando que lo valioso de nuestra atención se diluya en múltiples frentes, sin pararnos a profundizar?
Cuando la atención decide quién gana y quién pierde
En las noticias, tener la atención del público puede hacer que una historia se haga viral y afecte incluso a la política, a las decisiones de grandes corporaciones o a las reputaciones de personas individuales. En las redes sociales, el influencer que sabe atrapar la mirada (y el like) de la audiencia durante más tiempo se lleva la mayor parte de los beneficios, sean económicos o de pura relevancia social.
Curiosamente, esta misma obsesión por la atención no es un fenómeno único del ámbito humano, sino que ha llegado también al mundo de la inteligencia artificial. Y aquí es donde me parece especialmente interesante citar, de manera casi metafórica pero muy real al mismo tiempo, el famoso paper “Attention Is All You Need”, publicado por un equipo de Google en 2017. Ese paper marcó un antes y un después en el desarrollo de los modelos de IA basados en la arquitectura Transformer, revolucionando prácticamente todo el campo del aprendizaje automático que hoy tanto está dando que hablar.
¿Y por qué es tan paradójico? Porque en el núcleo de esas nuevas redes neuronales, la atención se convirtió en el mecanismo clave para que la máquina pudiera filtrar, procesar y aprender de la información de forma eficiente. Dicho de otro modo: dentro del mundo de la IA, la atención también funciona como la herramienta que decide qué parte de la información importa y cuál no. Y, por increíble que parezca, ese modelo computacional resultó ser uno de los avances más disruptivos de la última década. No solo ha permitido traducciones automáticas de mucha mayor calidad, sino que también ha dado lugar a las IA conversacionales que tantos titulares —y suspiros— están generando en la actualidad.

De la IA a nuestra vida: por qué la atención lo es todo
Si “Attention Is All You Need” resultó un lema inspirador para el desarrollo de algoritmos, ¿qué pasaría si aplicáramos ese mismo concepto a nuestras vidas? Imaginemos que pudiéramos diseñar “algoritmos” personales que nos ayudasen a filtrar qué contenidos, qué personas y qué momentos merecen nuestra atención prioritaria. Quizá no sea posible programarse a uno mismo como una máquina, pero sí podemos entrenar nuestra mirada:
Elegir con intención a qué prestar atención: en lugar de dejarnos arrastrar por notificaciones o tendencias virales, cuestionarnos en todo momento por qué estamos dedicando nuestro tiempo y nuestro foco a algo concreto.
Establecer límites de consumo: asumir que no podemos abarcar todo. Más contenido, más noticias y más estímulos no equivalen a un mayor conocimiento si estamos saturados y dispersos.
Practicar la desconexión: aunque suene casi tópico, establecer momentos sin dispositivos, sin redes, sin actualización constante, ayuda enormemente a restaurar la capacidad de concentrarnos en algo más profundo.
Atender a lo realmente esencial: no toda la atención debe estar volcada en contenidos digitales. Nuestra vida personal, nuestras relaciones, nuestros proyectos creativos o profesionales también necesitan de ese enfoque pleno y consciente que a menudo sacrificamos en el altar de la multitarea.
El poder de la atención es el poder de la elección
Concluyendo, hablar de la atención como el recurso más valioso es también hablar de libertad: la libertad de escoger en qué y en quién invertimos aquello que de verdad mueve nuestras vidas. Puede que la sensación de estar siempre ocupados y siempre conectados sea una constante, pero es importante recordar que no es lo mismo rellenar las horas que dedicar la atención. De hecho, cada vez veo más a mi alrededor gente que decide, de forma consciente, poner barreras a esa invasión digital; personas que optan por no participar en todas las redes, que seleccionan muy bien sus fuentes de información o que dedican menos tiempo a contenidos hiperbólicos y más a actividades de calidad.
En última instancia, tanto en la era de la información como en la de la inteligencia artificial, quien domine la atención domina el relato, la narrativa colectiva, y hasta cierto punto, el propio rumbo de la historia. Y eso nos obliga a proteger, de forma casi militante, la capacidad de prestar atención de calidad a lo que verdaderamente importe, sin dejarnos arrastrar por un torrente de estímulos que, a menudo, termina dejándonos más vacíos que completos.
El gran hallazgo del paper “Attention Is All You Need” aplicaba un principio simple: mejor procesar de manera intensiva la información crucial que intentar abarcarlo todo de manera difusa. Quizá esa sea la máxima que nos merezca la pena rescatar en nuestra vida diaria: darnos cuenta de que la atención focalizada es la llave, no solo para aprender y crear, sino también para vivir de una forma más plena y genuina. En un mundo hiperconectado, en el que pareciera que todo y todos pugnan por entrar en nuestra cabeza, priorizar y proteger nuestra atención puede convertirse en el acto más revolucionario que podemos llevar a cabo.
Al final, nuestra atención es la que da forma a lo que recordamos, a lo que nos emociona, a lo que nos inspira y a lo que nos transforma. Que no la secuestren. Que seamos nosotros los dueños de en qué fijamos la mirada.